Dos lecturas tiene la derrota, la quinta consecutiva, del Cuatro Rayas. La más optimista comienza con un buen planteamiento local, una doble exclusión de Víctor que impide cualquier reacción en el primer tiempo, la exclusión de Ávila nada más comenzar el descanso que provoca la debacle de la defensa y un enorme agujero de ocho goles en el marcador y por último el querer y no poder, sostenido únicamente por los goles de Porras, y con la mala suerte de los postes, los lanzamientos errados y los rebotes siempre a la contra.
La lectura negativa comienza con una empanada defensiva impropia de una plantilla que en pretemporada hizo la cosas mejor, una falta de ideas en ataque a poco que la defensa rival apriete y finalmente la sensación de que no se progresa adecuadamente, que no hay mucho donde sacar y donde las luces rojas comienzan a encenderse de forma alarmante.
La quinta derrota consecutiva iguala el peor registro de la historia del club con Juan Carlos Pastor como técnico. En la anterior ocasión, era la primera temporada del técnico y el equipo había sobrevivido a un encierro que a punto estuvo con enterrar el club. Ahora las cosas no son muy diferentes. Después de vivir en la opulencia durante varios años, las vacas flacas se han tornado esqueléticas para el Cuatro Rayas. Su plantilla se ha visto reducida a un par de veteranos y una pléyade de jóvenes promesas, a lo que se les ha negado el tiempo necesario para madurar en la cancha. Con estos mimbres se ha construido un equipo mientras muchas de las plantillas de Asobal han recogido los resto de los clubes que han desaparecido para formar bloques con experiencia y tablas para aguantar en la categoría. El caso del Huesca es evidente. Rochel, Eloy, Demovic o Espigol son la columna vertebral y marcaron casi la mitad de los goles de su nuevo club.
Por su parte, el Cuatro Rayas apeló a su defensa como el arma con el que poder contrarrestar su escaso potencial ofensivo. Y resulta que es precisamente la defensa, incluida la portería, la línea que más agua hace en cada partido. A ello se añade que la derrota era una palabra que se pronunciaba muy pocas veces en el vestuario y que ahora ronda continuamente la cabeza de los jugadores. Y también es evidente que la calidad de la definición ha bajado enteros lo que provoca que los postes y porteros rivales se conviertan también en protagonistas involuntarios de la escasa eficacia ofensiva. No cabe duda de que pinta mal para el Cuatro Rayas, máxime si, como ocurrió en la tarde de ayer, el equipo se autodestruye. Calidad no sobra y hacer la guerra por su cuenta solo conlleva la división, la disensión y la debacle. El Cuatro Rayas se ha caracterizado siempre por ser un bloque homogéneo y en ello ha basado su fuerza, tanto en las victorias como en las derrotas. Recuperar ese espíritu es primordial para comenzar la recuperación. Yeso que la grada se agarra a cualquier clavo para seguir animando y aplaudiendo a sus colores.
Quince minutos
El partido de ayer apenas duró quince minutos para el Cuatro Rayas. Comenzó bien en defensa pese a que el Huesca anotaba sus goles con la suerte como aliada. Dos penaltis consecutivos fallados con el marcador en 5-5 frenaron la posibilidad de colocarse por delante en el marcador y dar confianza a la plantilla. La doble exclusión de Víctor Alonso, impropia de un profesional en las circunstancias que se mueve el equipo, dio al traste con la posibilidad de recuperación y el Huesca se marchó al descanso con tres tantos de ventaja. Había partido, posibilidades. Pero nada más volver del vestuario, la exclusión de Ávila desbarató por completo la defensa local. Los oscenses olieron la sangre y no dudaron en hincar los dientes (13-19, min. 35).
Apartir de ahí, el Huesca jugó a placer. La defensa local fue un auténtico coladero por donde campaban a sus anchas Eloy o las circulaciones de los extremos. En cuanto los oscenses movían el balón con rapidez, la zaga vallisoletana acababa mirando a Cuenca y encajaba un nuevo tanto. De nada valía la lucha de Porras, ni las exclusiones forasteras. Los de Pastor fueron incapaces incluso de sacar ventaja frente a cuatro jugadores del Huesca.
Los errores se sucedían en defensa y en ataque y algunos jugadores locales evidenciaba su hartazgo. El 24-33 quizás fue un castigo excesivo para la plantilla, aunque quizás tocar fondo es la mejor manera de comenzar a subir.
Ficha técnica:
26 - Cuatro Rayas Valladolid (12+14): Héctor Tomás (Pérez Verdejo, ps), Porras (6), Peciña (-), Eilert (5), Krivokapic (3), Ávila (2), Alonso (5,3p), Megías (1), Bozovic (1p) y Félix García (3).
34 - BM Huesca (15+19): Julio Rodríguez (Corrales, ps), Ancizu (3), Saubich (6,2p), Rochel (7), Eloy González (4), Ruiz (6,1p), Demovic (2), Mira (1), Grau (2), Espigol (2), Escribano (1) y Montero (-).
Parcial cada cinco minutos: 3-3, 5-5, 6-7, 7-8, 9-12 y 12-15 (descanso); 13-19, 17-24, 19-26, 22-29, 24-32 y 26-34 (final).
Árbitros: Álvaro Ruiz y David Zapico. Excluyeron a Megías (min.8), Víctor (doble min.17), Ávila (min.32), Fernando (min.40), ; y a Mira (min.1), Eloy (min.13 y 26), Saubich (min.27), Grau (min.41), Espigol (min.42).
Incidencias: Unos 1.500 espectadores en Hueta del Rey.
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